En 1987 Lanzarote fue declarada como uno de los seis modelos universales de desarrollo sostenible por la Organización Mundial del Turismo (O.M.T.), y en 1994 fue declarada por la UNESCO.
Situada a una distancia aproximada de 1.000 km. de la Península Ibérica y alrededor de 100 km. de Africa, Lanzarote es la isla más oriental del archipiélago canario.
La isla ocupa unos 886 km2, incluyendo las islas del Archipiélago Chinijo: La Graciosa, Alegranza, Montaña Clara y los Roques del Este y Oeste. Tiene una distancia de norte a sur de unos 60 km., y de este a oeste de 20 km. aproximadamente.
Lanzarote ha tenido como principal ocupación y modo de subsistencia la pesca y la agricultura, hasta la entrada paulatina del sector turístico, que se ha decantado por unos servicios e instalaciones de excelente calidad, a la vez que respetuosas con el entorno y el medio ambiente.
Ubicada en la zona del Trópico de Cáncer y protegida por los influyentes efectos climatológicos que resultan del choque entre las altas temperaturas saharianas y la corriente del Golfo de México, goza durante todo el año de una temperatura media de 22ºC.
Lanzarote alberga siete municipios: Arrecife (la capital), Haría, San Bartolomé, Teguise, Tías, Tinajo y Yaiza, que acogen a una población aproximada de 125.000 personas, en su mayoría residentes en el centro-sur.
La capital, Arrecife, alberga a la mitad de la población insular y es el centro administrativo y comercial de la isla. A cinco minutos se encuentra el aeropuerto, que mantiene vuelos diarios con otras islas del archipiélago y con la Península Ibérica, y vuelos periódicos con las principales ciudades europeas.
Entre sus alicientes y atractivos turísticos más destacados están la creación de los Centros de Arte, Cultura y Turismo, pertenecientes al Cabildo Insular, impulsados y creados en su mayoría por su artista universal César Manrique, que aprovechando los encantos naturales de la isla se han convertido en auténticas obras de arte y emblemas representativos de Lanzarote.
La isla debe su nombre a un navegante genovés llamado Lancelotto Malocello, que llegó en la primera mitad del siglo XIV, y dio paso a sucesivas expediciones de marinos y comerciantes franceses, británicos y españoles a las que ya se conocían como Islas Afortunadas.